De cara al fin de semana os he
hecho una paella.
Ingredientes fundamentales además
de la paella:estropajo, tiempo, persona
encargada del fuego (opcional, pero aconsejable), conocimientos biológicos,
matemáticos, físicos, químicos, fe, memoria, ganas de trabajar, amor por el
género, magia y desengrasante.
Se saca la paella del armario. Después
de lanzar los exabruptos correspondientes, se le quita la pátina de óxido
aceitoso con un estropajo nuevo a estrenar. Llegas al paellero, construcción
típica chaletera, y observas cómo va el fuego que previamente han encendido,
preferentemente, con leña de Citrus
sinensis. Dispones la paella en el trébede. Sacas el bidón de AOVE (jugo de
frutos de Olea europaea) y levantas
el codo para escanciar una mancha circular de aceite por el fondo de la paella.
Debe extenderse desde el centro hasta 4±1 dedos del perímetro interior de la base
de la paella.
Nievas sal yodada (Gracias
Gabriela Morreale) sobre los trozos de carne de Oryctolagus cuniculus y Gallus
gallus domesticus. Gentilmente los depositas en tamaños decrecientes, desde
el centro del círculo de aceite hacia el exterior. Pacientemente los doras
hasta que alguien llegue y diga, "trau-me
eixa costelleta de conill i el fetge del pollastre i en fare un quintet".
En ese momento, reclamas tus derechos sobre el porrón y pides los "cacaos del collaret”.
Liberas el centro de la paella,
colocando la carne formando una corona circular. Dispones los trozos, cortados
a mano, de tres de las cuatro variedades de Phaseolus
vulgaris necesarias, esto es: Perona, “Rochet” y “Ferraura”. Cuando alcancen un verde brillante, vivo, o
sea: "ella t'ho diu",
vuelves a liberar el centro y colocas la ralladura de Lycopersicum esculentum. Mueves todos los emolumentos. Mientras, la
acidez del tomate limpiará el fondo de la paella, arrastrando los restos de
carne, y se impregnarán los jugos en los trozos de judía verde.
Como se te habrá olvidado, pones
un poco de pimentón de la Vera y lo so-fries un poquito que enseguida se quema.
Cruzas los dedos para tener estigmas secos de Crocus sativus, de primera calidad, en tu armario. Te felicitas por
ser una persona que recuerda comprar, y regalar, azafrán para guisar. Admiras
el rojo de los filamentos, los hueles, lo envuelves en un trozo de papel de
estraza y lo calientas cerca de la paella.
Ha llegado el momento. Medir los
granos de Oryza sativa japonica,
variedad Bomba, JSendra, o cualquiera procedente de la piel de toro. Cuentas 2
puñados por persona ó 3 puñados para cada animal depredador de arroz sin
mesura, presente en el ágape. Lo pones en el recipiente número 1. Memorizas el
volumen que ocupa, lo cambias al recipiente número 2.
Compruebas que no se te ha quemado
el sofrito. En caso contrario, huevos fritos con chorizo "urbi et orbi". Multiplicas
mentalmente por tres el volumen memorizado y lo materializas en agua del grifo
para la paella. Aquí entrarían consideraciones sobre el contenido calcáreo del
líquido elemento y la altura sobre el nivel del mar del paellero. Como estamos
hablando de paella valenciana, como su nombre indica, se le pone agua de
Valencia. ¡Gensanta, la del celebérrimo cóctel no!
Bueno, con el bol 1, echas el
volumen de agua memorizado, por triplicado, en la paella. Miras los clavos, te
encomiendas a los de Cristo, y memorizas la distancia entre los clavos de la
paella y el nivel del agua. Este es un punto crucial. Repito, memorizas la
distancia entre los clavos de la paella y el nivel del agua. Con el tiempo, y
la potencia calorífica, se volverá alcanzar dicho nivel y será el momento de
poner el arroz. Echas más agua de Valencia, una cantidad suficiente que permita
su evaporación en el tiempo de hacer una tarta de manzana. De este modo quedará
en la paella el mismo volumen del principio del párrafo, de ahí los clavos,
pero transformado milagrosamente, por la física y la química, en caldo.
Seguramente ya habrás discutido,
argumentado y mandado que el fuego esté en disposición energética óptima para
transformar el agua en caldo donde hacer el arroz. Si tu partner es
profesional, el fuego será vivo, con llama y dispuesto a mantenerse así el
tiempo que tardas en hacer la tarta de manzana o en solazarte con el vermut.
Cuando te lo termines añades a la paella un número de semillas de la cuarta
variedad de judía necesaria, el garrofón. Cantidad suficiente para el disfrute
de las y los fans sin que su almidón deslavace el caldo tontamente.
En este punto, dejas de comer
cacaos, bebes agua y pruebas de sal. Es aconsejable co-catar el caldo con
alguna persona conocedora del entorno sociocultural del evento, yo suelo
hacerlo con mi hijo y con mi sobrina. Cuando el caldo te dice que está trabado,
con la mano del mortero, mueles el azafrán presionando sobre el pliego de papel
que lo contiene. Lo incorporas y se mostrará el poder de la temperatura para
facilitar la disolución de los solutos. Puedes ayudar con la paleta.
Llega la hora de la verdad. Trazas
un hueco en el diámetro de la paella, coges el bol 2 y formas un caballón de
arroz de punta a punta. Hay quien hace una cruz, yo que ya me he encomendado a
los clavos, y me va más la agricultura, hago el caballón. Si has sido obediente
y tienes buena memoria, el arroz sobresaldrá por encima del caldo y te asustarás.
Tranquilidad, la suerte está echada. Lo repartes por toda la paella, deseando
tener visión bajo el caldo, para asegurar una superficie homogénea de arroz y protuberancias
biológicas que minimice las turbulencias. Mientras, tu partner habrá maximizado
la fuente energética para simular una falla de primera especial en plena cremà.
Ponéis la mesa. Abres el vino,
sacas la ensalada. En mi casa, comemos fruta. A los 15 minutos, si tu partner
ha alcanzado la excelencia energética, el fuego se habrá consumido, las brasas
humearán y el crepitar del aceite socarrando el arroz sazonará tus oídos.
Dispones unas ramas de Rosmarinus
officinalis por encima. Pides paso para llevar la paella hasta su lugar de
reposo. Haces la rueda de prensa. Preparas un protector resistente al hollín
para la mesa. Preguntas quien come en plato y quien en paella.
Con los aplausos aterriza la
paella relajada en la mesa. Las posibilidades después de su consumo son
diversas. Un montículo cárnico central adornando la paella. Discusión por quien
se lleva la fiambrera sobrante. Opiniones sobre el ranking de las tres mejores
paellas de la temporada. Evaluación continua sobre el punto del arroz. Tú
estarás pensando en una start-up de limpieza de paellas a domicilio. Una paella
vacía, grasienta y calcinada es el precio del éxito. Es el momento de la magia,
alguien ha cogido el desengrasante y la ha dejado limpia secándose al sol.
Sólo queda masajearla con su pátina
de aceite para protegerla del óxido.