Gaudí y Batlló
La casa Batlló es la forma más cercana, en este universo, de estar a bordo del Nautilus, en "20.000 Leguas de viaje submarino". En cualquier momento esperas ver aparecer a Antoni Gaudí, ataviado de capitán Nemo, atravesando el umbral curvo de sus puertas.
El trencadís vidriado es un elogio a la
sostenibilidad, la barandilla a la ergonomía y los arcos catenarios del desván
un homenaje a las ciencias puras. La eficiencia energética está presente en las
branquias de las puertas y en el tamaño de las ventanas. El diseño, se lee en
la grafía de las letras de las puertas en los rellanos. Los remolinos, las
gotas y las dunas de los techos evocan al mar.
Con el crepúsculo, el festival de su fachada te
sorprende desde la esquina con el Carrer Aragó. Una lluvia de confeti cae sobre
las máscaras venecianas de sus balcones. La entrada principal y las dos
primeras plantas se abren al Paseo de Gracia como las fauces de una criatura
marina abisal. Mientras, el dragón, convertido en tejado, te vigila y te observa
desde lo alto.
Este señor hizo un dibujo, una maqueta de yeso
y se plantó a pie de obra a dirigir su construcción. Todo estaba en su cabeza.
Espero que el piadoso señor Gaudí me disculpe
pero su obra me inspira el pecado capital de la envidia.