jueves, 26 de abril de 2018

Amigable disconformidad


Cuando llegamos nos sorprendió el porche de bienvenida, inhóspito, pero con la misma decoración de madera que el resto del restaurante. Pensamos que nos habíamos equivocado. Duró un segundo, rápidamente traspasamos el umbral del Habitual y nos sentaron en nuestra mesa.

Para empezar, gustó mucho la decoración piscícola de la pared y menos la ausencia de talla en algunos puntos del techo. La berenjena asada con atún de almadraba fue recibida con ilusión y celebrada como una versión de “esgarraet”. El disfraz de wasabi del tartar de remolacha, con unidad de lama de vaca, no fue del gusto de todos los paladares aunque sí del más exigente. Se entiende la santificación del pan cuando lo pruebas: don crujiente, ligeramente picante, y en resumen excelente. Con gran alborozo negocié el número de cachos de capítulos de alcachofa, que debía comerme, porque respondían a una divinidad envuelta en yema que me encantó. Aunque en general la explicación de los platos fue inexistente, y creo que además fue innecesaria, la camarera demostró eficiencia en la resolución de dudas respecto al zaatar. Los entrantes finalizaron con una pastela inmejorable,  que me recordó a unos tradicionales pasteles de carne murcianos que mi padre solía traerme en la infancia.

Hasta ese momento, y bajo mi punto de vista, respondía muy bien a las expectativas. Sin embargo, no era la impresión del resto de la mesa. Máxime tras la excursión a los servicios, pendientes de una procedente reforma.

Con los segundos, después de haber disfrutado la última botella del vino demandado, y no advertida, llegaron las disconformidades a su máximo. No gustaron ni las presencias cartilaginosas de la raya en el plato, ni su guarnición. A mí sí. La plumilla con el cacao del collaret, triunfó relativamente. A mí me pareció buenísima. La menestra fue calificada como “menestra”. A mí me deleitó su untuoso verde brillante, su diversidad botánica y su excelente punto de cocción.
La unanimidad llegó con los postres. Un disfrute de pastel de jengibre, nueces y especias que merece ser imitado. El flan de café, suave y sabroso, sólo se me ocurre calificarlo como suntuoso.

Esta cocina parece fácil. Me jugaría mi papila de umami a que hay más dedicación, profesionalidad e inteligencia que detrás de estas letras. Sin embargo la amigable disconformidad de mi pandilla del, “Valencia cuina oberta “, me anima a escribirlas.

martes, 24 de abril de 2018

Ciencia curricular

En la investigación el dinero se destina a pensar. Cuando los recursos no llegan, concluyo que no quieren que pensemos. 


Soy investigadora. Es mi profesión desde hace más de dos décadas, ahora me encuentro confortablemente respaldada por las contribuciones de la honesta ciudadanía.

Los caminos de la ciencia son inescrutables. Empiezas con los líquenes, como bioindicadores de contaminación atmosférica, y terminas empollando cómo reaccionan los compuestos volátiles orgánicos, emitidos por las plantas, con el ozono atmosférico. En esa transición científica, creces, te reproduces y cumples 50.

Los y las especímenes de Homo sapiens en su particular crecimiento, reproducción y muerte hemos generado superávit de contaminación atmosférica, de sequía y de eventos extremos. Esto, por lo menos y resumiendo, en el mundo mediterráneo. Mi destino profesional despegó en una licenciatura en botánica, sobrevoló los líquenes, y aterrizó en los efectos de la contaminación atmosférica sobre los vegetales. Especialmente, en el aeropuerto del efecto del ozono sobre los cultivos.

Bien, y ahora pensad gratis. ¿Cómo se os ocurre estudiar los efectos de la contaminación en las plantas?

Aplicando técnicas de confinamiento. Literalmente encerrando plantas y/o cambiando la composición del aire que las rodea. Para ello se utilizan diversos diseños, e infraestructuras, que dependen de los recursos económicos del equipo de investigación, de su país de origen y del diseño experimental. Yo formaba parte de un ingenioso equipo de investigación valenciano. Así que nos olvidamos de los fantásticos Face (ejemplo en China) y nos embarcamos en una modesta instalación de 9 cámaras de techo descubierto (ejemplo en Benifaió). Nos las ingeniamos para, en 1997 (redondeando), rediseñar, construir, instalar, mantener, operar, trasladar, y finalmente en 2017 (exactamente) desmantelar la instalación de Open Top Chambers (OTC). Aprendí, ingeniería, mecánica, electricidad, electrónica, diseño, fontanería, neumática y almorcé los mejores bocatas de jamón catalana de mi vida. Entre bocado y bocado, estadística por un tubo, matemáticas a porrillo e inglés por castigo, escribí unas centenas de páginas y en 2003 me dieron un doctorado. Cosas de la Universitat de València.

Pero, ¿Qué es el ozono?

Además de protegernos de la radiación ultravioleta natural, no la de las cabinas de gimnasio, estos tres oxígenos se presentan en la atmósfera gracias a la actividad del género humano. Siempre que se den las condiciones de luz, temperatura, y después de una serie de reacciones químicas que aún me cuesta entender. Resumiendo y honrando al rigor científico: el ozono es un contaminante secundario, fotoquímico, altamente fitotóxico y además un GHG.

¿Qué pasa después?

Lo que dice Forges.  La contaminación presente en el aire: GHG (gases de efecto invernadero en inglés), O3 y/o partículas, por citar ejemplos, cae, como dice Forges, y se deposita en cualquier superficie natural o artificial, en plantas o en ecosistemas. Cuando “cae” el ozono sobre las plantas, fluye hacia el interior de las hojas a través de los estomas y se inicia una cadena de reacciones, de terrorismo oxidante, provocando una secuencia de efectos culmina engangrena menuita” (término acuñado por colegas de Sevilla) y si la amenaza persiste provoca un déficit en producción traducible en dinero.

La traducción en dinero por contaminación atmosférica la podéis ver aquí y distintos ejemplos de síntomas sobre hojas producidos por el ozono, aquí. y en:


Estomas, aquí os presento ante las personas que me leen

La función de los estomas es vital para las plantas y mi me ha dado de comer, particularmente, durante los últimos dos años. Su función, entre otras, es reguladora, como los poros de nuestra piel o las ventanas de una casa. Regulan el intercambio de gases con la atmósfera, principalmente los derivados de la fotosíntesis y de la respiración. La regulación es a voluntad vegetal pero bajo la dictadura de las condiciones ambientales. Esto quiere decir que los estomas pueden abrirse o cerrarse en función de la especie vegetal, la luz, la temperatura, la humedad, la concentración de CO2, y la coordenada espacio-temporal. Como no existen aduanas, por los estomas, puede fluir todo aquello que la físico-química permita. Así, el ozono fluye y si supera su enfrentamiento químico con el ministerio de defensa antioxidante actúa como el fitotóxico que es.

¿Se puede medir la función estomática?

¡Qué buena pregunta! Gracias. Afirmativo, y eso es, precisamente, con lo que me gané el jornal mencionado en el párrafo anterior. Se utiliza una criatura tecnológica, llamada porómetro. Se sostiene con la mano, de una persona operadora, sometida a la misma dictadura ambiental que la planta. En otras palabras, puedes estar a 42ºC, al sol, admirando la llanura semi-infinita de olivar jienense, tomando los valores (objeto de la medida) y revoloteando de hoja en hoja en aras de una necesaria reproducibilidad estadística. También está la versión arrozal, es parecida a la anterior pero con los pies en el fango. Que no todo son paellas, lo que hago con el arroz.
Entonces, si el ozono entra por los estomas, y la actividad se puede medir…

¿Es posible saber cuánto ozono absorben las plantas?

¡Pero cuánta sapiencia en la red y qué gran docente soy! Proclamo. Efectivamente. Se puede. La ciencia avanza que es una barbaridad y la modelización permite conocer el flujo de ozono sin necesidad de sostener un porómetro en todo momento y en todo lugar. El mejor ejemplo de modelo que conozco es el LEGO, instantáneamente reconoces la figura y aprehendes el concepto de resolución, el talón de Aquiles de cualquier modelo. En mi caso he empleado el modelo DO3SE, diferente al LEGO en que debes realizar un chapuzón en el mar de la física, para ayudarte a entender sus fundamentos teóricos. Seguramente por eso tiene menos éxito.

Correr el modelo no es difícil, suele ser hacer un click en algún lugar de la pantalla del ordenador, lo divertido es dar con los parámetros que adecúan los fundamentos teóricos del modelo a tus condiciones reales o a tus necesidades. Es como hacer las instrucciones del LEGO, pero con lenguaje matemático.

Ni que decir tiene la importancia capital de la modelización en el desarrollo científico ambiental actual. Noticias como el deshielo del Ártico, o la mejora en la calidad ambiental de las ciudades aportada por los árboles, se basan en estudios científicos producto de la modelización.

Y con los modelos, la física y las matemáticas, me llegó la química. En forma de volátiles. Resulta que nuestras amigas las plantas, se comunican por el suelo y por el aire. Por el aire en forma de compuestos volátiles (BVOC, Biogenic Volatile Organic Compounds), de distinta función, naturaleza, y complicación. Algunos de ellos son altamente reactivos con substancias como el ozono  (mira tú que casualidad) o con otras substancias y se produce un hecho paradójico. La concentración ambiental de ozono puede alterarse debido a las emisiones vegetales.

¿Que si pueden medirse los BVOC?

Naturalmente. Los he recogido en ingenios químicos industriales denominados cartuchos, pero cuantificarlos aún no me han dado de comer.


Continuo con mis ejercicios literarios empleando el lenguaje no sexista. Si os ha gustado os invito a compartir, comentar y contratarme. 

Amigable disconformidad

Cuando llegamos nos sorprendió el porche de bienvenida, inhóspito, pero con la misma decoración de madera que el resto del restaurante. Pe...