Cenamos de 9 en el “8 y Medio” en la pasada edición de
Valencia Cuina Oberta.
A primera vista parece un restaurante globalizado dispuesto para abordar al turista incauto mientras pasea por el centro de Valencia. Aunque a mí me encantan, las olivas “cóctel” del aperitivo no fueron bien recibidas por la mayoría de la mesa. Seguimos con un pulpo, en un buen vector, que los talibanes de las gloriosas preparaciones de la Marina Alta, bautizamos con un “progresa adecuadamente”. Continuamos con un foie en estado de gracia, con higo, reducción de coca-cola y una divertida gelatina de calvados en dados, que se llevó la matrícula de honor al mejor plato de la noche. La primera evaluación finalizó con los saquitos de ajo arriero con all i oli de ajo negro, delicia crujiente, sabrosa y sobresaliente.
A primera vista parece un restaurante globalizado dispuesto para abordar al turista incauto mientras pasea por el centro de Valencia. Aunque a mí me encantan, las olivas “cóctel” del aperitivo no fueron bien recibidas por la mayoría de la mesa. Seguimos con un pulpo, en un buen vector, que los talibanes de las gloriosas preparaciones de la Marina Alta, bautizamos con un “progresa adecuadamente”. Continuamos con un foie en estado de gracia, con higo, reducción de coca-cola y una divertida gelatina de calvados en dados, que se llevó la matrícula de honor al mejor plato de la noche. La primera evaluación finalizó con los saquitos de ajo arriero con all i oli de ajo negro, delicia crujiente, sabrosa y sobresaliente.
Para la segunda evaluación, el menú diseñado con buen
criterio, ofrecía carne, pescado y arroz (mínimo 2 personas). Como éramos un
bullicioso cuarteto lo pedimos todo. Personalmente, el arroz caldoso de pato y calabaza me pareció intenso
y notable. Máxime cuando estás cenando, admirando el rosetón de Santa Catalina,
y esperas recibir la siguiente versión industrial de tortura arrocera. La carne
sorprendía, en el plato, presentada como un archipiélago flotante en una salsa,
sabrosa y líquida, que escasamente compensaba su puntito desértico. Tanto ella
como él, el bacalao, “necesitan mejorar”.
Aunque yo soy más de salado, del postre no me acuerdo, sirva de
indicador.
El resto de puntos, hasta el 9 inicial, se lo gana el
servicio. Con una mirada entiendes que se ha atendido a la pluralidad no exenta
de profesionalidad. Según Arantxa, lideresa de la hermosa terraza del
restaurante esa noche de martes, faltaban “los fuertes”. Ignoro en qué reside
su fortaleza, si en el género o en el buen hacer. En cambio, ella, con su carisma,
simpatía y habilidad es la primera de la clase sin género de dudas.
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