"El Pícaro" restaurante del centro
El rezo de la pizarra pintaba bien. Primeros atractivos como
ensalada salvaje, mojama, provolone o pasta con boletus. Mayoría de segundos interesantes como confit
de pato, atún, bacalao o solomillo ibérico y las sempiternas versiones de
paella. Todo por 12 eurazos. Garantía suficiente para pedir mesa.
La camarera fue a comprobar si el comedor de abajo seguía
vacío. Mientras, en la calle, perdimos el tiempo en pensar nuestra comanda. Inauguramos
la vida en un comedor decorado con naturalezas muertas. Había reproducciones
realistas de telarañas e incluso una réplica fiel de un cadáver arácnido.
Cuando la amable camarera empezó el recital oral del menú
del día, se descubrió “El Pícaro”. No había, provolone, ni pasta con boletus, ni
confit, ni atún, ni bacalao. En su lugar las opciones eran: pasta carbonara y emperador.
Comimos excelente tomate con mojama mediocre, croquetas clónicas de cocido e
irónico salvajismo en el tamaño de la ensalada. Solomillo justito y huevos
rotos de pena al ver el ibérico en tacos. Terminamos con helado de vainilla y flan
crema binario: 1 con coco, 0 sin coco.
Sábado, después de la tercera mascletá, y a menos de 500 m
del mercado central de Valencia, “El Pícaro” mantiene la pizarra inmutable
mientras “vamos cambiando el menú”. Única justificación, el recuerdo de
"El Lazarilo de Tormes", la picaresca.
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