En pocas semanas me sacan, otra vez, de mi
zona de confort. Seré beneficiaria del SERVEF. Invertiré mi tiempo en emprender
tareas de impresión. Previamente me las habré ingeniado para reducir, rediseñar
y destilar un CV para ser leído en 6s. He pensado poner mi nombre, así que también
debo dedicarme a mantener actividad elegante, científica y creativa en las
redes sociales y a evitar que me etiqueten en fotos levantando el codo. Seguiré
estudiando, porque me gustan las colecciones. Evitaré, a toda costa, volver a
ser mi propia empresa. Las razones pueden consultarse en cualquier chiste
Forgesnial sobre el tema. A mi ancestral genética pongo por testigo que, si voy
a una entrevista, me esforzaré en mostrar cómo mis competencias para el puesto
catapultarán a las empresas hasta el infinito y más allá. Porque parece que
ellas solas no saben.
El resto del tiempo se lo dedicaré a esa
actividad logística, pluridisciplinar y secularmente denostada que es la
ingeniería doméstica. Profesión de liderazgo mayoritario del género femenino y
plural. Entraré en el laboratorio de mi cocina y aplicaré el semejante disuelve
a semejante, el ácido para la base, la baja temperatura para evitar
crecimientos y la energía calorífica para cambiar de estado a los compuestos.
Por citar ejemplos, proclamo.
Ah, por cierto, me dedico a la investigación.
Excursiones por la ciencia, recopilación y cocinado de datos, ya saben. Últimamente
como hobby, la utilización de lenguaje no sexista en mis escritos. Como el
próximo día 8 seguiré en la brecha, ejerceré mi derecho a la huelga.
Y para que conste, y a efectos de la oportuna
transparencia, a la honesta ciudadanía pagadora de impuestos y cotizaciones, aprovecho
para informarla y agradecerle su contribución.
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